CIENCIA Y ARTE, ¿INTEGRACIÓN O DISOCIACIÓN?
Este articulo, lleva por titulo una parte del libro, Una nueva energía para la vida en la Tierra, de Ibrahim Lopez Garcia, un científico con sentido humanista, prácticamente desconocido, salvo en aquellos casos que, como el mio propio, en esa búsqueda de elementos que puedan interesar o ser importantes para la Homonatropia, descubrimos estos casos. Ibrahim, es un venezolano que fue capaz de realizar trabajos científicos de una condición superlativa, pero es casi desconocido en su totalidad, por ejemplo, entre otros desarrollos, logro hacer volar un platillo volador a partir del estudio de un caparazón de tortuga.
Para la Homonatropia no existen varias ciencias, ni varias artes, tanto la ciencia como el arte son manifestaciones del ser humano a partir de sus relaciones entre si, y con la naturaleza, con un medio o elemento conector como es el trabajo, esa vinculación entre estos tres elementos pueden dar pie a las manifestaciones de la ciencia y el arte en sus diferentes enfoques.
En esta ocasión se toma como referencia o punto de partida el libro de Ibrahim por tener puntos coincidentes con los planteamientos de la Homonatropia, es de hacer notar que, tanto este autor, como el arquitecto Fruto Vivas, amigos y confidentes, desarrollaron trabajos donde toman como base la naturaleza y su fenomenología, para desarrollar sus diferentes planteamientos y el desarrollo de sus ideas, como es el caso de el edificio árbol para la vida, donde Vivas sostiene que: a partir de los principios de la naturaleza y de las construcciones indígenas es posible construir casas a bajo costo y con baja incidencia en el ambiente.
Una nueva energía para la vida en la Tierra, 1ª ed.
Ediciones El Libro Blanco, 1975. Sobre trompos, cúpulas y vuelos, 2ª ed.
Editorial Mediterráneo, 1976 Herederos de Ibrahím López García Fundación
Editorial el perro y la rana, 2017 (digital) Centro Simón Bolívar, Torre Norte,
piso 21, El Silencio Caracas – Venezuela, 1010
"La obra de Ibrahím
López García es una apuesta sensata por un desarrollo tecnológico diametralmente
opuesto al actual, uno que no se basa en el consumo de combustible fósil
altamente contaminante, ni subsiste en el vil mundo de las patentes, los
contratos y los secretos que perpetúan el gran robo por las clases dominantes
de los recursos, las ideas y las fuerzas del pueblo; el mismo que alienado
re-produce y consume lo que esta tecnología devuelve al planeta. Así, la obra
de López García –que tiene su bagaje en una concepción rigurosamente humanista
de la Ciencia, constatable en sus estudios, palabras y acciones– es una obra en
profunda y constante subversión ante los preceptos científicos y los
procedimientos basados en la división social del trabajo existente. Mediante
una “dialéctica con la naturaleza”, este investigador-soñador incansable
perseguía aquello a lo que el desarrollismo no dejó espacio en su afanosa
aplicación de modelos energéticos capitalistas, en un sistema que jerarquiza el
capital sobre el ser humano, la ganancia sobre el medio ambiente, el dinero
sobre el bienestar verdadero. Militante radical de los Derechos Humanos, hunde
sus sueños en la realidad para transformarla, para crearla a imagen y semejanza
de la naturaleza. Artista puesto a un costado de lo creado, mirando a la cara
de la creación. En sus clases, lo imaginamos difundiendo sueños, ideas y
conocimientos que sirvieran para la defensa del pueblo, contra un sistema cuyas
academias son la escuela donde se gesta la nueva generación de la misma clase
en el poder con su terrible cúmulo de “saberes” que no son más que una
poderosísima arma de dominación sobre nuestro pueblo sumido en la ignorancia.
Su laboratorio fue una
constante fábrica de armas para la defensa del pueblo; en tiempos de lucha
armada, fue explosivista de las FALN, junto a Fruto Vivas, otro de brillantes ideas
y loable obra. A mitad de los 70, desde las filas del PRV, funda junto a otros
camaradas el Movimiento Ecológico Social para el Siglo XXI (MES21). Ibrahím era
el subversivo que siempre fue y andaba inventando sin errar mucho en la forma y
sin errar nada en el contenido
CIENCIA Y ARTE,
¿INTEGRACIÓN O DISOCIACIÓN?
Frecuentemente recibimos en los libros, conferencias o cursos sobre la ciencia y su metodología un conjunto de doctorales recetas sobre el “rigor del pensamiento científico”, sobre “la precisión de su lenguaje”, sobre la lucidez de criterio del científico ante la del pensador llamado común. Yo también suelo consumir estas píldoras de las recetas de los “científicos” para hacer ciencia. Confieso, sin embargo, que con el fastidiado gesto que genera toda pastilla consumida cotidianamente... ¿la estadística? ¡Claro! La toma de muestras, el laboratorio, los instrumentos de medición empleados, los datos, la computadora, la frecuencia, etc... ¿El viajecito al Centro del Imperio científico? ¿Master Ph. D en Ciencias? También, ¡Claro! Todo esto es parte de la ciencia. Pero hoy quiero dejar bien sentado mi humilde criterio, y trataré de develar el de los grandes científicos, en el sentido de que realmente todo esto es ciencia porque es racionalidad integrante del pensamiento científico, pero como veremos no es ciencia global, pues no es verdad que la ciencia, al menos no la de los descubrimientos, ni la de las grandes síntesis universales, haya sido integralmente racional en la aprehensión de sus hallazgos. Por el contrario, casi todos los grandes descubrimientos científicos han sido realizados con la irrupción –así como está escrito– de factores casuales e intuitivos durante el decurso de la labor del investigador. Y precisamente es el investigador con la mente más receptiva y alejada del camino preconcebido, es decir el menos especializado o especialista, pero con visión global, quien mayor provecho frecuente ha obtenido de estas repentinas fulguraciones en la obscuridad de su búsqueda... se han escrito muchos libros sobre métodos científicos en los cuales se omite referencia a la casualidad o al empirismo en los descubrimientos”. Sobre la importancia de la casualidad Allan Gregg escribió: “Uno se pregunta si esa rara habilidad de estar siempre atento y aprovechar la más ligera desviación de la conducta esperada de la naturaleza, no es el verdadero secreto de las mejores mentes científicas, secreto que explicaría por qué algunos convierten los accidentes más triviales en sucesos memorables. Detrás de tal atención yace una “sensibilidad extrema, Por supuesto, esta “sensibilidad extrema” se ha definido como privativa del arte, pero es lo cierto que sólo el científico que posea una mente independiente y fuerte imaginación y sensibilidad, así como una base buena de conocimientos amplios, estará capacitado para decidir si la observación casual es original y al mismo tiempo para derivar las posibles implicaciones. De la imaginación y el amplio conocimiento derivan las analogías, instrumentos científicos que equivalen a las metáforas en la poesía… José Pérez Colmenares de Maracay, Venezuela, observó, después de una lluvia repentina y de cortísima duración, que se habían dibujado a través de la arena suelta, canales cuya belleza matemática le conmovió hondamente. A través de esta observación casual pudo darse cuenta que el fenómeno dinámico de los líquidos y el de los sólidos, expresados científicamente hasta entonces a través de teorías separadas, podrían expresarse en una sola teoría unificada. Realizada la observación en 1964, sólo en 1975 pude expresarla a través de un teorema general de “Analogía” que presenté al final de ese mismo año en el Simposio Panamericano de Estructuras en donde fue celebrado como un aporte original y extenso a la ciencia de los procesos dinámicos y elásticos de toda la materia. Esto sentó las bases para la enseñanza en un solo lenguaje de las dos teorías llamadas “de la Mecánica de los Fluidos” y “de la Elasticidad”
ARTICULO DE PRENSA
Los trompos de Ibrahim
ALÍ ROJAS OLAYA
30 DICIEMBRE, 2021
El 30 de enero de
1847, Simón Rodríguez escribe a José Ignacio París una carta que termina con
estas palabras: “Ni me acuerdo de los muchachos con quienes jugué al trompo”.
Precisamente será este juguete el que más vueltas dio en la cabeza del
científico del pueblo, Ibrahim López García, un ser de esos que tienen poderes
creadores. Un ingeniero de las causas justas. Un pedagogo de la ciencia, digno
pupilo de Róbinson. En los ochenta fue un férreo ecologista defensor del Cerro
Galicia.
Ibrahim López García
fue profesor universitario e investigador de la UCV, LUZ y ULA. Nació en
Cabure, en la sierra de Falcón, el 8 de noviembre de 1927. Su hijo Ibrahim
López Zerpa explica que su papá propuso la “imitación a la naturaleza” al
utilizar las formas curvas de las estructuras membranales como las de las
palmeras, flores, hojas y árboles. Ejemplos de estas estructuras son las gradas
del estadio José Pérez Colmenares de Maracay y los hongos de la alcabala Los
Médanos en el istmo de Paraguaná.
Un día se detuvo a ver
cómo caía una semilla de un caobo. Observó su movimiento giratorio. Esto bastó,
como lo explica su colega Heberto González, para que aquel hombre creara el
motor giroscópico: “Le metió matemática a las formas de las plantas y copió el
modelo para optimizar la utilización del material y lograr estructuras de
longitud con mínimos espesores”.
Para el año 1970, el
profesor propuso en su trabajo de ascenso de la UCV un platillo volador
electromagnético, basado en la estructura, diseño y funcionamiento del trompo.
Esta investigación, llamada: Sobre trompos, cúpulas y vuelos, fue aprobada por
el jurado calificador, el cual estaba conformado por el matemático y físico
Raimundo Chela, el ingeniero aeronáutico Enrique Campderá y el ingeniero
mecánico Edgar Caraballo. Con la masificación de este vehículo, creado en
armonía con las leyes aerodinámicas de la naturaleza, se establecería un nuevo
modelo de transporte que acabaría con el uso del petróleo como combustible y
con la deforestación ocasionada al construir carreteras.
Decía Ibrahim que el
“orden cósmico sugiere que el universo mismo sea tal vez una sucesión de
remolinos gigantescos” e invitaba a seguir “este camino de la naturaleza y
veamos hasta dónde podemos llegar, partiendo de lo más pequeño y aparentemente
más insignificante de nuestra vida diaria”. Giremos, pues, los trompos con los
que jugó el niño Simón Rodríguez, y volemos con Ibrahim López García.
https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/los-trompos-de-ibrahim/
(NOTA) existen registros televisivos donde se ve, el aparato, el platillo volador, volando
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