TEXTO DE ALEJANDRO VILAS, PAGINA: ESTO ES UNA PAPA, SIENTO ESTO
Empecé a compostar hace tres años. Y al igual que en su momento me entusiasmé con la literatura y pasaba casi todo el día trabajando con las palabras y pensando historias, o cuando empecé a dibujar y durante mucho tiempo no podía dejar de hacerlo, el compost me atrapó. Me atrapó porque encontré una puerta hacia la comprensión de la naturaleza, de las especies, de la humanidad y de mí mismo.
El compost es un proceso biológico. También químico. También cósmico. Es un proceso esencial. La base de todo. Principio y fin de la cadena trófica. El compost es un mundo en sí mismo. Suceden más cosas ahí, que lo que suele mostrarnos la tele. Y sin embargo, pasa inadvertido.
Desde lo biológico es el proceso por el cuál la materia orgánica se degrada y se mineraliza. Es el salto del umbral entre los reinos vegetal y animal hacia el mineral. Ya eso, de por sí, es fascinante. Pero más bello aún es saber que todo eso es producto de la existencia de seres vivos. Es un proceso de vida de macro y microorganismos que van sucediéndose por la cadena trófica. Insectos, anélidos y otros macroorganismos se alimentan de lo que cae al suelo. También trabajan los hongos y las bacterias. Todos comiendo, en armonía vital. Y todos defecando, en esa misma sintonía.
Ese proceso de ir haciendo a la materia más chica y más chica cada vez, nos lleva a la tabla periódica de elementos. Y acá nos encontramos con la química. El compost contiene una gran variedad microbiológica y mineral. En el compost hay mayor variedad de nutrientes que en un fertilizante industrial, porque contiene mayor variedad de elementos. Y todos sabemos que la base de una buena dieta es su variedad. Y así como hay que comer todos los colores, hay que comer mayor variedad de minerales.
El suelo está vivo. Tiene intercambio catiónico al igual que lo tienen las células, como las neuronas. Hay polos negativos y positivos en constante interacción. Aniones y cationes. El intercambio catiónico de un suelo determina su calidad porque implica mayor facilidad para que las plantas puedan alimentarse. De la misma manera que un cerebro funciona mejor cuando tiene mayor interacción, como un cuerpo entrenado. Seres microscópicos comunicándose, reproduciéndose, desarrollándose y también falleciendo. Pura energía.
El compost es un bien escaso. Apenas 30 centímetros de suelo contienen materia orgánica. La vida entera del planeta depende de 30 centímetros de profundidad. Sin esos 30 centímetros no habría plantas ni animales. Y yo no estaría escribiendo esto.
Y pensar que algo tan dramático como lo que acabo de decir, no se difunde masivamente en todas las escuelas del mundo. La humanidad en su conjunto debería saber esto desde bebés. Es algo tan básico y fundamental, como pasado por alto.
El compostaje como sistema de gestión de residuos orgánicos es tan obvio que resulta extraño tener que andar luchando para imponerlo. El compostaje es lo más sabio que puede hacerse con los restos orgánicos. Todos los días enterramos toneladas y toneladas de semillas y nutrientes en los rellenos sanitarios, mezclados con plásticos y pinturas. Mientras tanto, todos los días aplicamos toneladas y toneladas de fertilizantes químicos en campos de producción agropecuaria. Así de tonto como suena, es como funciona. Bien separados y bien procesados, cada ciudad podría producir una buena parte (sino toda) de los fertilizantes orgánicos necesarios para producción de agricultura orgánica en las huertas y viveros orgánicos de los alrededores de cada pueblo.
El compostaje es un problema de estado. Es algo que debiera ser difundido desde la presidencia de una nación. Y no sólo por cuestiones medioambientales y de mejoras en la alimentación, sino también por la mano de obra que generaría y los réditos económicos. El proceso de compostaje requiere de maquinaria y mano de obra, y a su vez el compost tiene valor de mercado. Esas toneladas y toneladas de compost pueden ser utilizadas para biorremediación de suelos en terrenos contaminados, desgastados y/o desertificados. Y sin embargo, hoy lo encapsulamos en plástico en los rellenos sanitarios.
Los insectos son fascinantes. Las bacterias son fascinantes. Los hongos son fascinantes. Juntos conforman un proceso fundamental de la existencia sobre la tierra. Los seres humanos estamos obligados a comprenderlo.
Estamos a un siglo del nacimiento de la agricultura química, cuando Haber y Bosch descubrieron métodos de extracción de nitrógeno. En un principio, esos conocimientos se utilizaron para la guerra. Y luego, en los años 50, después de terminada la segunda guerra mundial, esa industria, la química, se derivó hacia la agricultura, haciendo nacer lo conocido como “revolución verde”, que tanto daño le hizo y le sigue haciendo a los suelos.
Hoy estamos a cien años de aquel momento. A principios de un nuevo siglo; de un nuevo milenio.
El compostaje, para mí, implica todo eso. Por eso creo tanto en su difusión.
Lo que era basura, hoy es un jardín. Lo que era basura, hoy es una reforestación. Lo que era basura, es la base de nuestro propio sustento.
En términos mitológicos, amigarnos con los insectos, con los hongos y las bacterias, es amigarnos con la Pacha Mama. Después de siglos y siglos de "Dios", viene bien que empecemos a darle más bola a la Pacha.
El siglo XX fue de destrucción. El XXI debería ser de reconstrucción.
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